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Apuntes para un profesional de la Comunicación en el Perú del 2013

Ojo al piojo

La Pollera Parlante

El sábado pasado tuve el placer de dirigirme a la promoción de comunicaciones 2012-2 como invitada de honor en su ceremonia de graduación. En el mismo lugar donde me gradué hace más de diez años pude compartir algunas reflexiones con los nuevos profesionales y recordar gracias al brillo de sus ojos, la satisfacción de lograr un objetivo, la ansiedad por todas las novedades que les traerá la vida profesional, la sensación de intercambiar miradas y sonrisas con la frente en alto, entre padres e hijos, entre maestros y alumnos, entre compañeros de estudio.

Desde que me anunciaron que debía hacer un discurso para esta promoción, hasta el día de la ceremonia pasaron cerca de dos meses en los que fui reflexionando lo que iba a compartir con ellos analizando mis más de diez años de experiencia profesional. No fue difícil encontrar el mensaje principal, tiene que ver con mi trabajo…

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Lo que aceptas te transforma.

Lo que aceptas te transforma.

Aquellos que no comprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido.

Lo que niegas te somete.

Lo que aceptas te transforma.

Carl Jung

Los diez derechos del lector (Según Pennac)

Los diez derechos del lector (Según Pennac)

Maravilloso decálogo de lector escrito por Daniel Pennac y publicado en Como una novela (Anagrama) y reproducido en el artículo de hoy de ABC    sobre los padres y por qué no deben obligar a sus hijos a leer.

  1. El derecho de no leer un libro.
  2. El derecho de saltar las páginas.
  3. El derecho de no terminar un libro.
  4. El derecho de releer.
  5. El derecho de leer lo que sea.
  6. El derecho al Bovaryismo (enfermedad textual transmisible).
  7. El derecho de leer donde sea.
  8. El derecho de buscar libros, abrirlos en donde sea y leer un pedazo.
  9. El derecho de leer en voz alta.
  10. El derecho de callarse.

Lectura, ¿Por qué no se lee? Según Marco Aurelio Denegri

Hay tres clases de sociedad: la sociedad ágrafa de oralidad primaria, la sociedad de la lectura de oralidad secundaria y la sociedad informática de visión primaria e interconexión fundamental.
Según Giovanni Sartori estamos en plena videocracia (el gobierno de la imagen).
Cuando gobierna el imago la lectura desaparece o tiende a desaparecer.
Si quiero cambiar, tengo que averiguar primero lo que no puedo cambiar.
La etimología de felicidad en latín es fecundo.

El adjetivo y sus arrugas

Los adjetivos son las arrugas del estilo. Cuando se inscriben en la poesía, en la prosa, de modo natural, sin acudir al llamado de una costumbre, regresan a su universal depósito sin haber dejado mayores huellas en una página. Pero cuando se les hace volver a menudo, cuando se les confiere una importancia particular, cuando se les otorga dignidades y categorías, se hacen arrugas, arrugas que se ahondan cada vez más, hasta hacerse surcos anunciadores de decrepitud, para el estilo que los carga. Porque las ideas nunca envejecen, cuando son ideas verdaderas. Tampoco los sustantivos. Cuando el Dios del Génesis luego de poner luminarias en la haz del abismo, procede a la división de las aguas, este acto de dividir las aguas se hace imagen grandiosa mediante palabras concretas, que conservan todo su potencial poético desde que fueran pronunciadas por vez primera. Cuando Jeremías dice que ni puede el etíope mudar de piel, ni perder sus manchas el leopardo, acuña una de esas expresiones poético-proverbiales destinadas a viajar a través del tiempo, conservando la elocuencia de una idea concreta, servida por palabras concretas. Así el refrán, frase que expone una esencia de sabiduría popular de experiencia colectiva, elimina casi siempre el adjetivo de sus cláusulas: “Dime con quién andas…”, ” Tanto va el cántaro a la fuente…”, ” El muerto al hoyo…”, etc. Y es que, por instinto, quienes elaboran una materia verbal destinada a perdurar, desconfían del adjetivo, porque cada época tiene sus adjetivos perecederos, como tiene sus modas, sus faldas largas o cortas, sus chistes o leontinas.

                 El romanticismo, cuyos poetas amaban la desesperación -sincera o fingida- tuvo un riquísimo arsenal de adjetivos sugerentes, de cuanto fuera lúgubre, melancólico, sollozante, tormentoso, ululante, desolado, sombrío, medieval, crepuscular y funerario. Los simbolistas reunieron adjetivos evanescentes, grisáceos, aneblados, difusos, remotos, opalescentes, en tanto que los modernistas latinoamericanos los tuvieron helénicos, marmóreos, versallescos, ebúrneos, panidas, faunescos, samaritanos, pausados en sus giros, sollozantes en sus violonchelos, áureos en sus albas: de color absintio cuando de nepentes se trataba, mientras leve y aleve se mostraba el ala del leve abanico. Al principio de este siglo, cuando el ocultismo se puso de moda en París, Sar Paladán llenaba sus novelas de adjetivos que sugirieran lo mágico, lo caldeo, lo estelar y astral. Anatole France, en sus vidas de santos, usaba muy hábilmente la adjetivación de Jacobo de la Vorágine para darse “un tono de época”. Los surrealistas fueron geniales en hallar y remozar cuanto adjetivo pudiera prestarse a especulaciones poéticas sobre lo fantasmal, alucinante, misterioso, delirante, fortuito, convulsivo y onírico. En cuanto a los existencialistas de segunda mano, prefieren los purulentos e irritantes.

             Así, los adjetivos se transforman, al cabo de muy poco tiempo, en el academismo de una tendencia literaria, de una generación. Tras de los inventores reales de una expresión, aparecen los que sólo captaron de ella las técnicas de matizar, colorear y sugerir: la tintorería del oficio. Y cuando hoy decimos que el estilo de tal autor de ayer nos resulta insoportable, no nos referimos al fondo, sino a los oropeles, lutos, amaneramientos y orfebrerías, de la adjetivación.

           Y la verdad es que todos los grandes estilos se caracterizan por una suma parquedad en el uso del adjetivo. Y cuando se valen de él, usan los adjetivos más concretos, simples, directos, definidores de calidad, consistencia, estado, materia y ánimo, tan preferidos por quienes redactaron la Biblia, como por quien escribió el Quijote.

Alejo Carpentier

26 años sin ti, Borges

“La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”,con esta frase recordamos a Jorge Luis Borges a 26 años de su fallecimiento. El maestro de la literatura contemporánea que nos ha dejado en su obra, enseñanzas y conocimiento, visitó en tres ocasiones México 1973, 1978 y 1981. “Para Borges la importancia de un país era por su literatura, por ello admiraba a países como México, con una rica vida intelectual y de donde han surgido grandes escritores”, declaró María Kodama durante la presentación de actividades en torno al aniversario luctuoso del escritor argentino.

«Es el amor. Tendré que cultarme o que huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.

¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,

la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero

Norte para cantar sus mares y sus espadas,

la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,

los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos,

la noche intemporal, el sabor del sueño? (…)»

La programación tiene como finalidad celebrar a Borges por medio de la presentación del libro Borges y México, de Miguel Capistrán, la guía literaria de María Kodama en el Centro Creación Literaria Xavier Villaurrutia, y la exposición fotográfica Borges en México: Crónica visual y literaria.

«(…)Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre selevanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas,pero la sombra no ha traído la paz.Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria,el horror de vivir en lo sucesivo.Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.Ya los ejércitos me cercan, las hordas.(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)El nombre de una mujer me delata.Me duele una mujer en todo el cuerpo».

En la muestra Borges en México: Crónica visual y literaria, se retrata al escritor a través de 94 piezas entre imágenes, dibujos y textos que narran la estancia del también novelista en México. Esta exposición cerrará a principios de septiembre y se encuentra en la Sala Internacional del Palacio de Bellas Artes. Por otro lado, el libro Borges y México, de Miguel Capistrán, se presentó ayer en la Ciudad de México y será reeditado por un error en el texto firmado por la escritora Elena Poniatowska en el que concede al autor argentino un poema que no fue escritor por él.
Voy a relatar el horror que ha sido mi vida desde la muerte de Borges hasta la actualidad, y voy a sustentar esos horrores, nada de afirmaciones sin pruebas, sólo estará contenida ahí la verdad». (María Kodama)
 

“ Lo único que …

“ Lo único que queda será la prosa y la poesía, los libros, lo que está escrito. El hombre era muy afortunado de haber inventado el libro. Sin ella el pasado completamente desaparecería, y se quedó sin nada, estaríamos desnudos en la tierra. ”

James Salter

El Túnel

“Yo me pregunto por qué la realidad ha de ser simple. Mi experiencia me ha enseñado que, por el contrario, casi nunca lo es y que cuando hay algo que parece extraordinariamente claro, una acción que al parecer obedece a una causa sencilla, casi siempre hay debajo móviles más complejos. Un ejemplo de todos los días: la gente que da limosnas; en general, se considera que es más generosa y mejor que la gente que no las da. Me permitiré tratar con el mayor desdén esta teoría simplista. Cualquiera sabe que no se resuelve el problema de un mendigo (de un mendigo auténtico) con un peso o un pedazo de pan: solamente se resuelve el problema psicológico del señor que compra así, por casi nada, su tranquilidad espiritual y su título de generoso. Júzguese hasta qué punto esa gente es mezquina cuando no se decide a gastar más de un peso por día para asegurar su tranquilidad espiritual y la idea reconfortante y vanidosa de su bondad.

Ernesto Sabato – Fragmento del Túnel“”

He dejado mis palabras

He dejado mis palabras
entre la flor del almendro
y he dormido mis caricias
azules en tu recuerdo.

Se ha recogido en mi mano
la desnudez de tus besos:
Abril, tu alegría es dulce
como trino de oro y verso.

Cuando tú me veas anclada
en el anillo de un puerto,
Abril, Abril, vestirás
de castidad nuestro encuentro.

STELLA SIERRA ( Panamá, 1917 – 1997 )

Jean Echenoz, lector joven

Jean Echenoz

Una conversación entre Jean Echenoz y Alberto Manguel nos remite a las lecturas de infancia, las primeras lecturas, donde nace la vocación. La nota de Elsa Fernández Santos es en El País.

Dice:

Básicamente, hablaron de lecturas de infancia y juventud, y de cómo despertó en sus conciencias el escritor que llevaban dentro. “Los primeros libros que recuerdo leer son los cuentos de los hermanos Grimm”, relató Echenoz. “Me gustaban las aventuras fantásticas, me gustaba asustarme leyendo, pasar miedo sabiendo que al final todo acabaría bien. Mis padres viajaban mucho y yo solo recuerdo una constante en mi infancia: los libros, ellos me proporcionaban una seguridad que hoy, cuando vuelvo a ellos, sigue intacta”. Grimm, Andersen (“con su dosis de violencia”), las Condesa de Segur… “En ellos encuentro más fidelidad que en ninguna otra parte. 65 años después, aún guardo algunos de aquellos libros”. Para el Echenoz el miedo respondía a una fascinación que no implicaba ningún terror: “yo estaba solo con mi libro pero no había un trauma de por medio… La presencia de la crueldad en los cuentos es permanente, pero se trata de una crueldad fascinante”.

Para Echenoz, “un lector fabrica el libro tanto como el autor”, y eso convierte, como apuntó Manguel, “cada biblioteca en una autobiografía”. Al escritor argentino aún le admira “el ojo censor” que siendo aún crío surgió en él. “Detectaba lo que no me gustaba y no temía descartarlo. Leía de una forma muy libre”. “Recuerdo leer cosas que no entendía en absoluto, como una novela de Moravia que cayó en mis manos antes de tiempo. Leemos cosas que no entendemos pero les damos un valor casi mágico, de misterio… Las palabras difíciles, los obstáculos, se convierten en tesoros”. El escritor evocó también el descubrimiento de la mentira: “Yo tenía siete años y fue leyendo la cubierta de La isla del Tesoro. El chico narrador no coincidía con el tipo que firmaba el libro. ¿Qué era eso? ¿Es que alguien me engañaba? Todo aquello solo era un juego”.

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ivanthays: